La temporada taurina de España tradicionalmente comienza en febrero en Valdemorillo, un pequeño pueblo a unos 40 km de Madrid. Normalmente no atraería a grandes nombres, pero el matador estrella Morante de la Puebla ha confirmado su aparición para 2022. En una profesión plagada de divisiones internas, existe una creciente conciencia de que la próxima temporada debe ser un éxito para que las corridas de toros no desaparezcan por completo.
Las corridas de toros están prohibidas en Cataluña desde 2011, pero en el resto del país la conversación ha cambiado desde que comenzó la pandemia. Donde alguna vez se debatieron las prohibiciones, ahora surge la pregunta de si esta industria cultural en crisis debería recibir un salvavidas. El actual gobierno de coalición de izquierda no parece tener la voluntad política para prohibir explícitamente el otrora llamado “festival folclórico” o, por el contrario, apoyarlo para mantenerlo en marcha. Por ejemplo, las entradas para las corridas quedaron específicamente excluidas de un programa anunciado por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez el pasado mes de octubre que daría a los jóvenes abonos culturales por valor de 400 euros para apoyar a diversos sectores.
Las corridas de toros se reseñan en las secciones de artes en lugar de deportes de los periódicos españoles y son responsabilidad del Ministerio de Cultura. La veda catalana, declarada ilegal por el Tribunal Constitucional español en 2016, sirvió tanto para celebrar tribunas políticas como para proteger los derechos de los animales. Tras el referéndum independentista ilegal de 2017, el partido xenófobo y antiinmigrante Vox aprovechó el sentimiento anticatalán y taurino en su campaña electoral, convirtiéndose en la tercera fuerza política española. Morante de la Puebla a menudo hace campaña junto al líder del partido, Santiago Abascal.
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Pero Vox tiene más que ganar con la relación que los toreros, particularmente en las zonas rurales donde el partido de Abascal ha atraído con éxito a votantes a favor de la tauromaquia y la caza. La extrema derecha ha brindado cierta protección a la profesión, pero también la ha convertido en un objetivo más valioso. Un número cada vez mayor de ciudadanos progresistas sienten una aversión profundamente arraigada por las corridas de toros, vistas como el último bastión de los reaccionarios que no tienen cabida en la democracia europea del siglo XXI.
En las guerras culturales de la España actual, el lobby antitaurino a menudo es demasiado rápido para calificar a los aficionados como reliquias del régimen de Franco que fuman puros. Mientras tanto, los defensores de la “fiesta nacional” cerraron cualquier debate sobre su futuro, descartando cualquier posible objeción como manifestaciones de censura puritana. Como resultado, es virtualmente imposible sostener un debate serio sobre las corridas de toros, un tema emocional que ha sido utilizado como arma por políticos de todo el espectro ideológico.
Un trapo rojo para un líder local
A nivel local, los ayuntamientos no tienen autoridad legal para imponer una prohibición general, pero pueden rechazar licencias. En la ciudad costera norteña de Gijón, la alcaldesa socialista Ana González ha anunciado que, a partir de ahora, la plaza de toros de la ciudad se utilizará para música en vivo en lugar de corridas. Sus decisiones se produjeron después, según dijo, de que “se cruzó una línea”: dos policías asesinados el verano pasado fueron bautizados como “El nigeriano” y otro como “El feminista”. La presencia de Morante de la Puebla en el acto hizo que pareciera una provocación deliberada, pero probablemente fue una coincidencia. Los toros de lidia heredan sus nombres de su madre, por lo que estos apodos se transmitieron a los toros de generaciones anteriores en lugar de reinventarse. Sin embargo, se han hecho excepciones en el pasado. El primer toro al que se enfrentó el legendario Manolete como torero de pleno derecho en 1939 había sido bautizado como “El Comunista” durante la efímera Segunda República (1931-36). Tal nombre fue anatema tras la victoria del general Franco en la Guerra Civil (1936-39), y El Comunista pasó a llamarse diplomáticamente El mirador.
De cualquier manera, el caso es un ejemplo de cómo el lobby taurino se ha convertido en una especie de cámara de resonancia. Muchas veces no se entiende cómo se percibe desde el exterior. Una carta abierta del presidente de la Asociación de Toros de Lidia fue un regalo para los satíricos, afirmando que el cierre del recinto de Gijón era de alguna manera similar a la destrucción de artefactos religiosos por parte de los fundamentalistas:
“Los talibanes, como el alcalde de Gijón, olvidan que ni los budas de Bamiyán ni los toros les pertenecen, sino que son patrimonio común de la humanidad”.
Según González, los amantes han prevalecido durante demasiado tiempo y ahora es el momento de escuchar a los muchos gijoneses que se oponen a las corridas de toros. En los últimos años, los activistas por los derechos de los animales han organizado grandes manifestaciones fuera de la plaza de toros. Durante la pandemia, se han tomado la moral alta al quedarse en casa y acusar al empresario de ser un peligro para la salud pública (así como para la salud animal).
Incluso ignorando el movimiento abolicionista, la tauromaquia es un modelo de negocio roto. Enfrenta desafíos únicos que harán que la supervivencia sea aún más difícil si la pandemia continúa. Las principales plazas de toros de España (Bilbao, Madrid, Pamplona, Sevilla, Valencia, Zaragoza) han estado en gran parte inactivas durante los últimos dos años. Pero con una audiencia que envejece y es probable que algunas medidas de distanciamiento social sigan vigentes, el regreso de las corridas requerirá un sacrificio por parte de los matadores y criadores. Necesitan reducir significativamente sus tarifas para que los empresarios alcancen el punto de equilibrio.
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Hay costos fijos asociados con las corridas de toros que dificultan su realización a menor escala. Las historias sobre la disminución de la popularidad parecen mucho más exageradas cuando las grandes corridas pueden atraer multitudes de más de 10,000, pero dejar a un lado a un puñado de toreros de élite tendrá menos tratos sobre la mesa cuando cierren los cuadriláteros provinciales. Al igual que la pandemia, es probable que no haya un día específico en el que terminen las corridas de toros, pero parece poco probable que prospere en su forma actual por mucho más tiempo.